Buscar este blog

Texto "Evitar lo evitable..."

Llevo mucho tiempo dándole vueltas a una idea que no soy capaz de comprender demasiado bien y, por tanto, tampoco de encontrarle hueco definitivo en mi cabeza. Pero por fin hoy, no sé tampoco muy bien por qué, voy ponerla por escrito a ver si así termino de aclararme…
Partamos de la idea básica de que todos los seres humanos somos diferentes y, esa diferencia -supuestamente hemos acordado una mayoría de nosotros-, nos engrandece; la mezcla nos hace mejores y el que haya negros, blancos, asiáticos o árabes en el mundo es una razón más para el intercambio cultural, personal y recíproco entre los individuos que conformamos la especie humana. Así en genérico, supongo que mucha gente que pueda estar leyendo estas palabras mías, estará de acuerdo.
Ahora vayamos a otro tipo de diferencias. Dentro de cada etnia, los hay altos, bajos, morenos y calvos; feos, guapos, arrugados y con cara triste; felices, agradables, secos y malhumorados. Pero seguro que por eso no dejan de entremezclarse entre ellos.
Dice un dicho muy popular en España que “Dios los cría y ellos solos se juntan”, y algo de verdad habrá en todo esto. Pero lejos de querer acudir a justificaciones metafísicas, permitidme reconocer -y creo que volveréis a estar de acuerdo conmigo- en que cuando uno elige a sus amigos, muchas veces ese tipo de justificaciones no entran en juego. Más juegan un papel importante la cercanía, el entorno común, el barrio, el colegio, el instituto… Ahora bien, cuando ya hablamos de pareja sentimental, la cosa cambia, eso sí. La afinidad aquí ya debe ser mayor y el grado de compromiso con unos ideales de vida y una forma más o menos común de pensar, acerca a la pareja.
Pero volvamos de nuevo a los amigos… Ese grupo heterogéneo de personas afines que viven en un entorno parecido, estudian en un entorno similar o desarrollan su profesión bajo un mismo paraguas que los sustenta. Solemos decir en general que representan una parte muy importante de nuestras vidas, que nos hacen sentir bien en muchos momentos que lo necesitamos, y que son un apoyo fundamental en aquellas situaciones que hemos necesitado contar con ellos. Y suele ser verdad…
Es por eso que aquí llega la parte en la que no entiendo absolutamente nada. Y menciónese la palabra crítica por primera vez en esta mi reflexión escrita… ¡Política! Ese invento de los hombres que, al igual que ciertos deportes de equipo, ha nacido para dividirnos de la peor y más cruenta manera que jamás haya visto.
Si uno de pronto se hace seguidor de Rosa de España, habrá alguno muy bruto que piense que esa persona ya no merece la pena a partir de ese momento, le deje de lado y su amistad haya acabado para siempre. Al igual que si hablamos de que de pronto me enamoro de la voz de Isabel Pantoja, salgo del armario o me da por comer saltamontes fritos. Alguien habrá que deje de mirarme como antes. Pero lejos de algunas de estas excentricidades sacadas un poco de contexto y fuera de ese tipo de personas que literalmente no merecen la pena, nos encontramos otra masa social ingente de personas que, preciándonos de tener de forma habitual dos dedos de frente -y es cierto-, nos empeñamos por otro lado día a día en sembrar una diferencia irreconciliable entre semejantes donde nunca deberíamos haberla buscado.
La política separa, en cualquier caso, siempre. Ese es el problema. Y si las posturas irreconciliables entre amigos lo son y lo sabemos, no tienen cabida en un diseccionamiento público encima de una mesa. Uno se lo queda para sí mismo o para la intimidad de los que piensan como él. Porque ese tipo de cosas sólo llevan a un desencuentro personal en el que una de las dos personas -o las dos en la mayoría de los casos- van a sentirse atacadas y heridas por su contrincante. ¿No os habéis parado a pensar que el sentimiento que tenemos generalmente una mayoría de nosotros es que el votante del partido contrario al nuestro es imbécil porque, a pesar de que ese partido hace lo que hace, él sigue defendiéndolo? Pues no creáis, que él pensará lo mismo de vosotros…
Os propongo un ejercicio sencillo de memoria, casi de reflexión. Pensad en vuestro mejor amigo/a. ¿Sabéis qué inclinaciones políticas tiene? Si es así, ¿cuándo lo supisteis? ¿Qué representó para vosotros saberlo? ¿Una unión más fuerte o una diferencia grave? A lo mejor da la casualidad de que ese amigo tuyo, o tú mismo, no tenéis o creéis no tener un sentimiento muy acentuado por la política, lo cual será mejor para vosotros, y esa circunstancia no representará apenas nada. Pero pensad en lo contrario… Y sigamos con el experimento.
Votante de izquierdas: ¿qué opinión te merece Esperanza Aguirre? Votante de derechas: ¿qué opinión tienes de Rodríguez Zapatero? Y ahora elucubremos o imaginemos un poco más: imaginaos que tenéis veinte tantos años, estáis estudiando en la universidad y conocéis a ese amigo/a especial que os acompañará el resto de la carrera en tantos ratos malos de estudio, nervios y suspensos, como juergas y experiencias inolvidables vividas juntos en fiestas y salidas de ocio. Todo aparentemente ideal hasta que tras dos o tres años de amistad, por imposible que parezca, un día descubres que -votante de izquierdas- ese amigo/a tuyo/a es hijo/a de Esperanza Aguirre, -votante de derechas- ese amigo/a tuyo/a es hijo/a de Rodríguez Zapatero.
A eso me refiero. Y es que suelo ver destilar cada vez más por redes sociales, en conversaciones pilladas al azar por la calle, en un bar, en el bus, en el metro, en cualquier tren… comentarios políticos “sectarios” donde la opinión de cada uno -o la de un grupo- y la forma de ver su realidad es la “única posible”; y por ende las contrarias son siempre equivocadas y estúpidas. Por lo que estés a favor del bando que estés, siempre tienes la oportunidad de sentirte ofendido/a allá por donde vayas. Por los unos o por los otros.
Y ahora piensa en algo más real. Un ejercicio de cercanía en este caso, no de imaginación. Piensa en toda la gente que conoces. En todos tus amigos o conocidos próximos. ¿Sabes qué ideología política tienen? Si lo sabes, ¿entiendes por qué piensan así? Piensa en alguno de tus amigos que no sepas qué ideología tiene. ¿Has insultado y/o criticado abiertamente al partido político contrario tuyo delante de esa persona o a través de una red social en la cual él está como amigo tuyo? ¿Te has preguntado cómo pueda sentirse? En definitiva, ¿has pensado alguna vez que al insultar al votante del partido contrario al tuyo puedes estar insultando a tu propio amigo sin quizás darte cuenta ni en verdad pretenderlo?
Uno, que es más apolítico que otra cosa y que defiende la capacidad de empatía del ser humano por encima de todo (esa herramienta maravillosa del hombre que permite ponerse en la piel del otro e intentar al menos entender lo que éste siente, por qué lo siente o cómo lo siente), no deja de sorprenderse todavía y de no entender muy bien por qué nos empeñamos en buscar la diferencia -política en este caso- como síntoma de rechazo y crítica personal hacia los demás. Tanto el que insulta a la derecha, como el que insulta a la izquierda, como el que insulta a los dos. Siempre digo, alguien puede y tiene razones para sentirse ofendido cuando de imbéciles -directa o indirectamente- tratamos a los demás…
El día que entendamos que el verdadero reto del ser humano está en buscar y encontrar lo que nos une, en vez de buscar lo que nos diferencia, será cuando nos mostremos merecedores de la condición de seres inteligentes. Será cuando realmente, logremos avanzar juntos en esta sociedad que compartimos. Hasta entonces, bajo mi humilde opinión, no somos más que meros aprendices de hombres cuya manzana del -para mí- pecado original “la ira” comemos y expulsamos todos los días a poquitos.
Seguro que muchos estaréis de acuerdo conmigo… Al menos tras leer estas palabras -espero-. ¿Pero, quién es el que se atreve a tirar la primera piedra? Amigos míos votantes de izquierdas: ¿y si resulta que adoro a Esperanza Aguirre y su gestión? Amigos míos votantes de derechas: ¿y si resulta que Zapatero me parece el mejor presidente que hemos tenido? ¿Acaso vais a descalificarme por pensar así? He oído tantas veces cierto tipo de frases recurrentes en ambos sentidos…
Ahorrémonos esa conversación, por favor.
Raúl Sánchez Plasencia
(Alcalá de Henares, Madrid)

1 comentario: