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Relato: "LA CUNA DE MIS CUENTOS"

      Recuerdo aquellas mañanas de sábado cuando me metía en su cama recién despertada. Quizás también los domingos era un buen día para visitar mundos ajenos. Tendría pocos años, ya no lo recuerdo. Fácil seis, siete, ocho… La cama de mis padres era grande y larga y era como un universo de espacio infinito que mis pies no llegaban a cubrir enteramente.

      Mi madre se marchaba rápido. Siempre ha sido de las que, una vez cumplida la necesidad del sueño, le entran urgencias y por aquél entonces recuerdo que desaparecía por el resto de la casa en una actividad frenética de buenos días tempraneros.

     En cambio mi padre se quedaba conmigo y, con esa ternura casi infinita que recuerdo, desplegaba su imaginación contándome aquellas historias que quizá ya hoy los dos hayamos olvidado un poco. Eran cuentos de historias de siempre. Eran princesas y gnomos que vivían en el bosque. Eran tres cerditos o Caperucita Roja que se metía en nuestra cama a hacernos cosquillas en los pies. Así se pasaban los ratos, las horas al son de un amanecer, los años de infancia en la que usas el tiempo para jugar a ser un niño.

     Nunca pensé que pasados tantos años me acordaría de estas cosas. Y nunca imaginé que a estas alturas la narrativa se hubiera metido en mis venas, que corriera mi sangre impregnada de palabras, como una boca que quiere hablar y el único medio posible que encuentra para hacerlo es la escritura.

     Fueron mis primeros cuentos, mis primeras historias al calor de una cama de domingo, en mañanas de primer sol entrando por la ventana y llenándose la habitación de personajes de cuento. Por aquél entonces sé que los veía, sé que los imaginaba y me quedaba callado, esperando atento a que mi padre desvelara con paciencia infinita los misterios de cualquiera de las historias.

     No sé todavía lo que es disfrutar transmitiendo a un hijo aquello que sueñas, aquella cultura popular que mueven los sueños de generaciones enteras, pero sí puedo decir hoy que esos recuerdos se han convertido en las musas que me siguen visitando cada noche, que me llenan un espacio que relleno con letras, que necesito escribir para emborronar este mundo, que necesito contar para sentirme vivo…

     Sólo hay alguien a quien debo agradecérselo enteramente. Y lo sé hoy, que compruebo lo importante que fueron esas historias para mí. Es la persona que siempre me apoyó en algo que quizás nunca estuvo directamente de su mano, que quizás nunca supo muy bien de lo que se trataba, pero fue de la mano de quien fui, allá en los comienzos, al encuentro de Ítaca, de Alba y Camino, de Omnia…

     Uno nunca sabe muy bien qué agradecer exactamente a un padre. Si la vida, el cariño, el apoyo, la constancia… Pero en este caso hay algo que tengo muy claro. Mis primeros cuentos vinieron de su boca y, cuando los hice míos, él siempre estuvo ahí para ayudarme en el camino, aunque no los entendiera demasiado.

     ¿Cómo entender lo que es importante para uno en esta vida? A veces hay cosas que te vienen dadas y nos las valoras, a veces hay veces que sueñas con escribir un cuento donde puedas agradecerlo todo…

     Ojala el viento no se lleve las palabras nunca, ojala el papel recuerde que mi padre, una vez, me contó mis primeras historias…

Raúl Sánchez Plasencia
(Alcalá de Henares, Madrid)